Oprah como actriz, intérprete, entrevistadora, narradora y presentadora de TV y cine 8 страница

«Me han dado más palos que nunca», dijo Oprah.

«¿Y pensabas que sería así?» —preguntó Ellen.

«No, la verdad es que no, pero no pasa nada, porque lo hice por ti y porque creo que debía hacerlo […] así que en realidad no me importa […] pero, en aquel momento, me sorprendió mucho que alguien escribiera todos aquellos insultos y amenazas por una cosa así».

El 30 de abril de 1997, dos días antes del episodio en que Ellen salía del armario, Liz Smith publicó una noticia, sin dar nombres, en su columna de cotilleos.

 

Se dice que una de las estrellas de televisión más grandes y que lleva más tiempo en activo está pensando seriamente en dar el mismo paso que llevó a Ellen DeGeneres a aparecer en la portada de todas las revistas del país y en los periódicos nacionales.

Durante años la orientación sexual de Oprah, la estrella televisiva por execelencia ha estado oculta por el trabajo de sus publicistas. Pero si este anuncio se produce, hará que los temblores sísmicos provocados por la declaración de Ellen (¡«Ajá!, Sí, soy gay») parezcan cosa de niños. Será el furor que acabará con todos los furores. (Esta famosa presentadora es un icono y un modelo de conducta para millones de estadounidenses). Recuerden, lo oyeron aquí primero, aunque no queramos decir el nombre. Se debería permitir a todos que “salieran del armario” cuando ellos quisieran.

 

El mismo día en que Oprah aparecía en Ellen en el papel de la terapeuta, y decía: «Bien hecho; eres lesbiana». Ellen aparecía en The Oprah Winfrey Show, donde Oprah le dijo: «Mucha gente me ha dicho que, al invitarte al programa, estaba promocionando el lesbianismo. Lo único que yo quería era apoyarte, para que fueras lo que crees que es tu verdad».

«Todos creen que soy un monstruo», confesó Ellen, con aire atribulado.

La audiencia de Oprah la castigó por aparecer como estrella invitada en el episodio de salida del armario y también criticó a Ellen por ser lesbiana y hacerlo público. Sin embargo, aquella noche, cuando el personaje Ellen salió del armario, llenó las salas de estar de todo Estados Unidos con 36 millones de telespectadores, y el programa de Oprah, el mismo día, un poco más temprano, presentando a Ellen y a la que entonces era su novia, Anne Heche, también alcanzó unos índices muy altos. Pero el cameo de Oprah, más la noticia sin confirmar, incendiaron Internet durante semanas con rumores sobre su orientación sexual; el rumor más extravagante de todos fue que iba a confesar que era lesbiana en Newsweek, de la misma manera que Ellen lo había hecho en Time. Finalmente, Oprah emitió una declaración oficial negando que fuera lesbiana, haciendo así que su orientación sexual fuera un asunto público durante muchos años. Antes de su negación pública, ya había desmentido los rumores de lesbianismo después de grabar un programa con Rosie O’Donnell, y volvió a abordar el tema en un discurso inaugural ante una convención de 7.000 ejecutivos de televisión. Sus palabras aparecieron bajo insinuantes titulares en todo el país:

« Oprah niega el rampante rumor de lesbianismo», Variety.

« Fragor detrás del rumor sobre Oprah», New York Post.

« Oprah dice que juega limpio», Intelligencer Journal.

 

La semana anterior al discurso ante los ejecutivos, sus índices de audiencia habían bajado un 9%. «Desde que aparecí en el programa de Ellen, han estado circulando rumores de que soy lesbiana —dijo Oprah en su comunicado de prensa—. He hecho frente a esto en mi programa, pero la fábrica de rumores sigue activa. Hace unas semanas, la columnista sindicada Liz Smith escribió que “una de las estrellas de televisión más grandes y que lleva más tiempo en activo está pensando en salir del armario […]”. Al parecer, todos dan por sentado que soy yo. No es así.

»Como he dicho, aparecí en el programa de Ellen porque quería apoyarla en su deseo de ser ella misma; y pensé que realmente era un buen guión. No estoy en el armario. No voy a salir del armario. No soy lesbiana».

Con intención o sin ella, Oprah emitió su declaración durante la Semana del Orgullo Gay, un acontecimiento que la tienda de Barney en el centro de Nueva York celebró con un escaparate donde unos maniquíes de Ellen DeGeneres y Anne Heche salían de un volcán. El maniquí de Ellen está leyendo la primera plana de un ejemplar del New York Post, donde se informa de que la Walt Disney Company, propiedad de ABC, está siendo atacada por los baptistas, debido a su política «favorable a los gays». Volando por encima de la escena está Oprah Winfrey, en un avión que arrastra una pancarta donde se lee: «No soy lesbiana». En ciertos círculos homosexuales, esas palabras llegaron a ser tan infamatorias como las de Richard Nixon, cuando dijo «No soy un criminal».

Años después, Rosie O’Donnell, que se había declarado lesbiana, especulaba sobre la relación de Oprah con su mejor amiga: «No sé a ciencia cierta si ella y Gayle se lo hacen, pero creo que son el equivalente emocional de (una pareja gay) […] Cuando hicieron aquel viaje por carretera juntas («La gran aventura de Oprah y Gayle» emitida en cinco episodios en The Oprah Winfrey Show, en 2006), aquello fue tan propio de lesbianas como puede serlo, y no lo digo como insulto. Lo que digo es, mira, si me lo preguntan, esa es una pareja (gay)».

Doce años más tarde, cuando Ellen DeGeneres se casó con Portia de Rossi, Oprah presentó el vídeo de la boda en lo que The New York Times llamó «la capilla secular» de su programa diurno. Decidió hacer su declaración pro homosexual ya sea entre hombres o entre mujeres y celebrar la unión lesbiana de Ellen menos de una semana después de que los votantes de Maine, al igual que los de otros treinta estados, rechazaran el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Cuando le preguntaron a Liz Smith sobre las reacciones a su noticia sin confirmar, dijo: «Siento que Oprah haya sufrido lo que ella considera un profundo pesar debido a esto». Años después, la columnista dijo que Mary Tyler Moore la había llamado el día en que se publicó la noticia y dijo, bromeando-: «“Liz, yo no voy a salir del armario”. Por eso, siempre me ha sorprendido que Oprah decidiera dar por sentado que hablaba de ella (cuando escribí que una de las estrellas de televisión más grandes y que lleva más tiempo en activo iba a salir del armario) […] Acabé lamentando sinceramente aquella estúpida noticia, y nunca he vuelto a publicar ninguna del mismo tipo. [Pero] como resultado, Oprah convocó una conferencia de prensa para decir que no era lesbiana y que no iba a salir del armario. Lo cierto es que ni siquiera pensaba en ella cuando escribí el artículo. Pero siempre he pensado que alimentaba un rencor que no era mi intención provocar. Así que esta reacción refleja [de ella] era peculiar, a mi modo de ver. No debería haber hecho ningún caso. Pero desató una enorme especulación y quizás eso es lo que la hace ser siempre el centro de toda la atención. Oprah parece coger siempre el toro por los cuernos».

La insinuación de que Oprah atizaba, a propósito, los rumores sobre su sexualidad parece plausible, a la vista de ciertos comentarios que ha hecho en entrevistas, en discursos y en su programa. Dos meses antes de aparecer en el programa de Ellen, Oprah presentó una sección dedicada al Día de San Valentín, titulada «Amigas», en la cual mencionaba los apodos afectuosos con que se llamaban ella y su mejor amiga, Gayle King. Oprah era Negro; Gayle era Blackie. Oprah bromeó en antena sobre los rumores que decían que Gayle era el motivo por el que Oprah no se casara con Stedman, y Gayle respondió diciendo que Oprah era la razón de que se divorciara. Sus bromas llevaron a escabrosos titulares en los tabloides:

« Oprah y Gayle se van a vivir juntas», Globe.

« La vida secreta de Oprah: La verdad sobre los rumores», National Enquirer.

«Oprah y Gayle como amantes», Globe.

« Quién es gay y quién no lo es en Hollywood», National Examiner.

 

No era sólo la prensa amarilla la que especulaba sobre la sexualidad de Oprah, sino también los medios de comunicación dominantes y no necesariamente de prensa amarilla o sensacionalista. Al escribir sobre su poder como «entrevistadora en jefe» de los Estados Unidos, el National Review decía: «puede que sea lesbiana o puede que no lo sea». En un artículo sobre «el extraño genio de Oprah», The New Republic brindaba su análisis: «Aunque afirma tener una relación romántica, desde hace años, con un hombre llamado Stedman Graham […] de hecho no se han casado. Naturalmente, durante años, han corrido rumores de que su relación es una farsa, y que, en realidad, Oprah es lesbiana. Resulta cuando menos provocador que Oprah se refiera muy raramente a Stedman en su programa. Por el contrario, sus referencias más frecuentes son a Gayle King […] Así pues, en lugar de refutar los rumores de que es lesbiana, Oprah parece alentarlos sutilmente […] Sus detractores la llaman hipócrita. Pero no hay nada de hipócrita en tener una vida privada. Si Oprah mantiene un idilio falso y si es lesbiana, ninguna de las dos realidades contradiría su defensa pública del valor, la fortaleza y el crecimiento a través del sufrimiento».

Se escribía sobre Oprah y Gayle como si fueran Gertrude Stein y Alice B. Toklas, aunque no vivían juntas y ambas negaban categóricamente que fueran amantes. No había ningún fundamento para los rumores de una relación lesbiana, excepto que siempre estaban juntas y que Oprah hacía extrañas bromas sobre el tema.

Su prima, Jo Baldwin, que durante un tiempo trabajó para Oprah, se quitó de encima el asunto de que a Oprah la atrajeran las mujeres en un correo electrónico: «Todo es posible, pero yo no me atrevería a decirlo».

Una destacada columnista de cotilleos del Daily News, de Nueva York, que ha seguido a Oprah durante años, está convencida: «Mi radar gay se disparó cuando cubría un evento en el Radio City Music Hall (14 de abril de 2000) y vi como Oprah y Gayle recorrían la alfombra roja, con los meñiques entrelazados y Stedman siguiéndolas más atrás. Luego vino el enorme lanzamiento, sin reparar en gastos, de la revista O, un par de noche después, cuando Oprah instaló a Gayle como directora absoluta. Si os hacéis con el texto de los comentarios de Oprah, veréis que suena como un marido que le da todo a su esposa trofeo […] Todo en broma, pero…».

En el escenario del Metropolitan Pavilion, de Manhattan, la noche del 17 de abril del 2000, Oprah presentó a Gayle a una enorme multitud de mujeres alfa (Barbara Walters, Diana Sawyer, Martha Stewart, Rosie O’Donnell, Maria Shriver, Diana Ross, Tina Turner) diciendo: «Se me conoce por ser buena haciendo regalos. Habéis oído rumores. Es verdad […] A lo largo de los años, le he dado a Gayle un montón de grandes regalos —A continuación, obsequió a la muchedumbre con una cantarina voz sureña—. Le di a Gayle una niñera cuando tuvo su primer hijo, y luego su segundo hijo; así tuvimos ayuda extra. Construí la piscina para sus hijos —El público era un clamor—. Pagué la escuela privada de los niños. Le compré un BMW por su cumpleaños —El público se reía, mientras Oprah desgranaba el catálogo de su generosidad y lo mucho que su amiga le debía. Adoptando una vocecita sumisa para imitar a Gayle y luego, continuó—: Oh, de verdad que no sé, no sé qué puedo hacer para corresponderte. Los niños, nunca podremos pagártelo. No hay nada que podamos hacer para pagártelo». El remate llegó después de que Gayle dejara su trabajo en Hartford, empezara a viajar hasta las oficinas Hearst, en Nueva York, para ayudar a lanzar la revista de Oprah y se pusiera a trabajar tan duro que al final dice: “¡Bruja, no te debo nada!”». El público se partía de risa.

Aunque Oprah tenía una pareja masculina, que vivía con ella, parecía pasar más tiempo con Gayle y hablaba de su amiga a cada momento, manteniéndola a ella y a sus hijos de una manera que pocos hombres podrían hacer. Oprah trasladó a Gayle a Nueva York, para encargarse de la revista O, le compró un piso de 7,5 millones de dólares, en Manhattan, además de la casa de 3,6 millones en Greenwich (Connecticut), y recorrió todo el mundo con ella, a veces con el añadido de Stedman y otras, sin él.

Una parte de la sólida base de fans de Oprah estaba en las iglesias negras, donde se honra el matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer. Oprah, como una de los suyos, era un brillante ejemplo para el mundo de los logros afroamericanos y pocos se atreverían a criticarla en público, pero algunos ministros negros murmuraban que, pese a su gran éxito, Oprah no era el mejor ejemplo para las jóvenes afroamericanas. Por las razones que fueran, no estaba preparada para asumir el compromiso del matrimonio: «Puedo decidir no casarme, si quiero», decía Oprah, optando por la comodidad y aprobación de ser una pareja en una sociedad de parejas. Sin embargo, su situación con Stedman, su estrecha amistad con Gayle y su alejamiento de la iglesia dentro de la que creció hacían que, también en el seno de la comunidad negra, hubiera quien tuviera dudas sobre su definición sexual. Aunque Oprah negaba ser lesbiana, parecía provocar deliberadamente las habladurías sobre su sexualidad emitiendo extraños desmentidos a cuestiones que nadie planteaba, como si quisiera conseguir publicidad.

Este hecho fue especialmente patente en el año 2006, cuando O, The Oprah Magazine, dedicó un número a la amistad y publicó un P&R titulado «Oprah y Gayle sin censura», que disparó otro río de rumores:

PREGUNTA: Bueno, ¡vayamos directo a la cuestión! Cada vez que le digo a alguien, «Voy a entrevistar a Oprah y Gayle», la reacción siempre es la misma: «Oh (pausa larga), ¿están… ya sabes… juntas?»

OPRAH: Bromeas. ¿Todavía dicen eso?

PREGUNTA: Absolutamente todos…

OPRAH: Entiendo por qué la gente cree que somos lesbianas. En nuestra cultura no hay una definición para esta clase de vínculo entre mujeres. Así que comprendo por qué tienen que etiquetarlo… ¿cómo se puede estar tan unidas, sin que sea algo sexual? ¿De qué otra manera se puede explicar un nivel de intimidad en el que alguien siempre te quiere, siempre te respeta, te admira?

GAYLE: Quiere lo mejor para ti.

OPRAH: Quiere lo mejor para ti, en cada situación de tu vida.

GAYLE: La verdad es que, si fuéramos lesbianas, lo diríamos, porque no hay nada malo en serlo.

OPRAH: Exacto. Pero que la gente siga haciendo la misma pregunta, cuando ya lo he dicho y lo he repetido, significa que creen que miento. Y eso me molesta […] He dicho casi todo lo que hay que decir.

 

Fue ese casi de la respuesta de Oprah lo que se destacó, atrayendo la atención de los medios y regalando a los humoristas un auténtico festín. En su monólogo nocturno, David Letterman mencionó que Oprah había negado ser lesbiana. «Oigo eso y me digo ‘hummmm’…» En el homenaje a Will Smith, en el American Museum of the Moving Image, Jamie Foxx dijo: «Hablaba de ti el otro día. Estaba en la cama con Oprah y me vuelvo hacia Gayle y le digo: “¿Sabes qué?”». Cuando Kathy Griffin fue a Larry King Live, él le preguntó: «¿Crees que estamos preparados para un presidenta lesbiana?» Ella contestó: «Me encantaría —respondió ella—. Supongo que te refieres a Oprah. Es broma, Larry. Sé que todos le tenemos mucho miedo. Oprah, primera lesbiana presidente. Gayle, vicepresidente lesbiana. Es sólo una idea. No estoy sacando a nadie del armario».

Seguramente, los rumores que perseguían a Oprah decían más sobre la necesidad social de definir la sexualidad de los demás y la incomodidad que muchos sienten hacia los que no encajan en una definición prescrita de heterosexual y homosexual. La categoría de bisexual es demasiado complicada para la mayoría, aunque Oprah presentó el tema con un programa sobre «fluidez sexual», con mujeres de más de 40 años que dejaban a sus hombres para irse con otras mujeres, pero sin que por ello se definieran necesariamente como lesbianas. Dijo que comprendía la resistencia a usar esa etiqueta. Después de entrevistar al pastor evangélico Ted Haggard sobre el escándalo de sexo gay que lo obligó a dimitir de la New Life Church, le dijo al público: «Entendí que no quisiera que lo etiquetaran, que no quisiera que lo encasillaran». Sin embargo, durante toda la entrevista, dejó muy claro que no estaba de acuerdo con él en que la sexualidad es compleja y complicada. «Yo soy heterosexual —afirmó—. No sé cómo sería sentir esa inclinación (hacia el mismo sexo), pero tengo muchos amigos que son gay». Incluso admitir que tenía amigos homosexuales era un enorme paso adelante para la mujer que, en un tiempo, pensaba que la homosexualidad era pecado y que le dijo a su hermano, que murió de sida, que no iría al cielo porque era gay. A pesar de todo, Oprah era tan susceptible a los rumores de lesbianismo que la rodeaban que no permitió que dos mujeres, empleadas suyas en Harpo, declararan abiertamente su relación, aunque llevaban varios años viviendo juntas. En otras palabras, parecía decir: «No pasa nada por ser gay o lesbiana, siempre y cuando yo no me vea manchada por ello».

Es posible que el entusiasmo de Oprah por sus amigas fuera malinterpretado por los que suponían cosas porque lo veían todo a través de un prisma de rumores de lesbianismo y le daban a los comentarios de Oprah un peso mayor del que tenían. Por ejemplo, poco después de la noticia sin dar nombres de Liz Smith y del cameo de Oprah como terapeuta que empujaba suavemente a Ellen a salir del armario, Oprah y su cámara fueron de gira con Tina Turner, en 1997, a Houston, Las Vegas y Los Angeles: «La seguimos por todo el país, porque yo quería ser Tina», dijo Oprah. Lo que hizo, en cambio, fue convertirse en la groupie más famosa de la cantante. Seducida por la historia personal de supervivencia de la roquera, en antena se deshacía en elogios hacia ella, igual que lo hacía con Stedman cuando empezaron a salir. «Tina es nuestra diosa del rock’n’roll […] Es la más sensacional […] Siento por Tina lo que los hombres sienten por el fútbol», afirmó Oprah, provocando una oleada de comentarios sobre un «enamoramiento de chicas». Oprah afirmó a la revista Vibe que ella cuando mejor se lo pasaba era «cuando yo y Stedman y los perros vamos en el Bentley con la capota bajada. Y yo llevo mi peluca de Tina Turner, sujetándola para que no salga volando. Es genial, toda la idea es genial». Al final Stedman le dijo que perdiera la peluca: «Nadie te dice que no eres Tina Turner, así que me toca a mí decírtelo. Quítate esa peluca y deja de fingir que eres Tina Turner». Oprah le regaló la peluca a una prima.

Poco después de la gira, Oprah se entrevistó con Jamie Foster Brown, de Sister 2 Sister, una revista negra de entretenimiento. El artículo se titulaba «Todo lo que los negros siempre han querido preguntarle a Oprah». Durante la entrevista, Stedman respondía por teléfono y Brown repitió lo que Oprah decía. «Ahora Oprah empieza a hablar de la columna de Liz Smith donde dijo que un destacado personaje (de televisión), que es un icono, era gay», escribió Brown, antes de citar lo que Oprah le decía a Stedman: «No. Bien. De acuerdo, cariño. ¿Así que vas a decirles que no? Lo que quieras. Ya he enviado un comunicado de prensa. Sólo diles: “Me parece que ella ya lo ha dicho todo”. ¿Por qué no puedes decir eso? Puedes decir: “Estoy harto de esto. Estamos más que hartos de todo este asunto”. ¿Por qué querrán todos pensar que eres lesbiana? De acuerdo. Adiós».

«Dime Oprah —preguntó Jamie Foster Brown—. ¿Eres lesbiana?»

Oprah se echó a reír. «Creo que si eres lesbiana, pues está bien; es asunto tuyo y está bien. Pero lo que me ofende de que alguien insinúe que yo soy lesbiana o que Stedman es gay es que significa que todo lo que he hecho o dicho es un fraude […] Significa que es mentira. Todo es mentira. Significaría que todo lo que has hecho o dicho, todo, es una gran, enorme mentira, una farsa».

Pese a estas negativas, las especulaciones sobre las preferencias sexuales de Oprah persistieron. Continuaba viviendo con Stedman, pero llevaban vidas separadas, lo cual decían que era necesario debido a sus carreras. Se reunían para pasar ocasionales fines de semana, fiestas y vacaciones. «Nuestra vida es así —le explicó Oprah a un periodista—. Yo digo que somos como dos barcos que se cruzan —Imitó el sonido de una sirena—. Sólo lo hablamos al principio de cada semana:»“¿Dónde vas a estar? —pregunto yo—. Mira, yo voy a ir a casa de Maya este fin de semana”.

»Él dice: “Bueno, yo voy a estar en Colorado Springs”.

»“¿Cuándo crees que estarás en casa? ¿El domingo? De acuerdo. ¿Podrías coger un vuelo temprano y estar aquí el domingo a primera hora de la tarde? A lo mejor, podemos cenar juntos”. Así es nuestra vida.

»”¿Dónde vas a estar?” “Estaré fuera en verano… Miraré de hacerme con una casa para los fines de semana, para que puedas venir… a verme a mí y a los perros”».

Para algunos, Stedman parecía ser la tapadera de Oprah; la presentable pareja masculina que necesitaba para ser aceptada por la sociedad heterosexual, nada más que un camuflaje. Sus amigos íntimos no estaban de acuerdo; decían que él era la fuerza que daba firmeza a su vida. A otros no les importaba ni en un sentido ni en otro. «No me sorprendería que Oprah fuera lesbiana —dijo su amiga Erica Jong—. Si lo es, lo es. La verdad es que encaja. Stedman probablemente es gay o neutral, pero tienen un vínculo, debido al lugar de donde vienen. Que ella fuera lesbiana sería la reacción normal a los abusos sexuales que dice que sufrió y a la desconfianza que siempre ha sentido hacia los hombres. Recuerda que hay muchas personas que no quieren que los hagan salir del armario y yo no creo que todo el mundo tenga que declararse públicamente. Además, la gente, sobre todo las mujeres, pueden pasar fácilmente de una preferencia sexual a otra. Si Oprah es lesbiana, entiendo que no quiera que eso se sepa en una sociedad homofóbica que podría juzgarla negativamente. Como mujer de negocios, declararse públicamente como lesbiana podría resultar perjudicial».

Durante su entrevista, Jamie Foster Brown le preguntó a Oprah: «Para ti ¿Cómo es de importante el sexo?»

Oprah dijo: «Es una parte natural del proceso. Quiero decir, no soy una de esas mujeres que siente que tiene que hacerlo todo el tiempo […] No me consideraría alguien muy sexual».

Personas que la conocieron bien durante sus años en Baltimore estuvieron de acuerdo con sus palabras, conjeturando que la atormentada aventura amorosa de cuatro años con Tim Watts, que por entonces estaba casado y además tenía una relación seria con otra mujer a la vez que salía con Oprah, le había hecho tanto daño que estaba vacía, emocional y sexualmente, y no era capaz de abrirse a ningún otro hombre, nunca más. En cambio, volcaba todas sus energías sexuales en su carrera. Su conflicto respecto a la sumisión y el control se resolvía en su trabajo y, pronto, la inversión de tiempo y energía en ella misma se convirtió en su propia recompensa y en su propia supervivencia.

Con la retirada de Phil Donahue y el creciente prestigio de su Club del Libro, el programa de Oprah se convirtió en la primera parada para los famosos que querían promocionar sus películas, sus álbumes, sus giras y a si mismos. En 1996, aumentó sus programas con estrellas, pero tuvo un principio incierto cuando cubrió la alfombra roja para los 68.º premios anuales de la Academia.

«El momento en que nos dimos cuenta de que el programa se iba a hacer muy largo (fue) cuando una Oprah Winfrey encandilada por las estrellas empezó a actuar como si nunca en la vida hubiera manejado un micrófono ni hecho una pregunta en público —escribió el crítico de televisión del Hartford Courant—. “¡Eh, Brad [Pitt]! Oh, Dios. Me alegro mucho de verte”, “¡Nicholas [Cage], hola! ¡Me alegro de verte!”, “¡Ron [Howard]! Hola, Ron. ¿Cómo estás? ¿Cómo estás? Ha pasado mucho tiempo desde Mayberry”.

«Hola, Jimmy [Smits]. Queríamos decirte, en nombre de todos mis amigos, que eres un encanto. ¿No es una monada? ¡Oh!»

El crítico de The Buffalo News escribió que el primer patinazo de la noche fue «la decisión de hacer que Oprah Winfrey babeara ante los famosos conforme entraban en el Dorothy Chandler Pavilion. “Oh, Dios mío, Elizabeth [Shue]. Vaya año”. “Para morirse [Nicole Kidman], este es tu aspecto”. Oh Dios mío, de verdad. No había habido nada tan embarazoso desde, bueno, desde que Letterman inició la entrega de premios del año pasado con su ‘Uma, Oprah, esto…’».

Un crítico británico incluso criticó la ropa que llevaba Oprah: «La mujer peor vestida de la noche (fue) Oprah Winfrey —escribió Stuart Jeffries, de The Guardian — […] con un vestido muy escotado, sin espalda que, sin embargo, se las arreglaba para llevar mangas y hombros». Después de presenciar su actuación como presentadora oficial de los Óscar, Howard Rosenberg, crítico de televisión de Los Angeles Times, recomendó: «Hum, tal vez debería seguir con su trabajo habitual».

Oprah estaba más cómoda y dominaba más la situación en su propio ambiente, con productores que la preparaban, estilistas que la vestían, luces suaves para enmarcarla y, lo más importante, un público para aplaudirla. Lo que los críticos no valoraron fue que no era periodista, era vendedora e, igual que su público de 20 millones de personas, también ella se moría de curiosidad por los famosos y sus vidas de ensueño. Los llevaba a todos a su escenario, con unas presentaciones efusivas, transmitidas con aplausos y vivas, antes de hacer que se sentaran en las butacas del plató para sonsacarles hasta los detalles más íntimos o escabrosos de su vida personal.

«Queremos creer que le preparas el baño a Annette, de forma habitual y que dejas caer pétalos de rosa dentro para que pueda […] ya sabes, lo que sea», le dijo a Warren Beatty.

«Tenemos nuestros momentos» —respondió él.


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