SABÍAS QUE ? Isabel II se exilia en Francia (1868)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. En la época de Cervantes, la fecha de defunción correspondía al día del entierro: por eso el 23 de abril es el día que ha pasado a la posteridad como el de la muerte del gran escritor alcalaíno.

2. Aunque estaba satisfecho con sus versos, Cervantes llegó a reconocer que la poesía era una «gracia que no quiso» darle «el cielo».

 

30 de septiembre

 

 Isabel II se exilia en Francia (1868)

Ramón María Narváez, el militar liberal que había conseguido la promulgación de la Constitución de 1845, que teóricamente amparaba a la reina Isabel, ocupaba la presidencia del Gobierno desde 1847 y era el objetivo de una campaña reaccionaria. El rey consorte, Francisco de Asís y Borbón —nieto de Carlos IV, como Isabel, y primo hermano de esta—, intervino en la decisión de su esposa para que el general Narváez fuera apartado del Gobierno en octubre de 1849, y en su lugar se colocó a Serafín María del Soto, conde de Cleonard. Ante esta injerencia, las autoridades dimitieron en cascada, se produjeron disturbios, la prensa arremetió contra los monarcas… En definitiva, el Gobierno de Soto duró solo un día e Isabel se vio obligada a llamar de nuevo a Narváez.

Hechos como este hicieron que Isabel II fuera ganándose a pulso lo que estaba por venir. Además, la tendencia de la Casa Real hacia el conservadurismo extremo, la connivencia y el aprovechamiento en la corrupción de negocios estatales —escándalos que apenas se tenía el pudor de ocultar— y ciertos despilfarros poco explicados hicieron que las intentonas revolucionarias se sucedieran. La relativa prosperidad durante el periodo de la Unión Liberal (1858-1864) y los apreciables resultados de la guerra de África (1860), pese a las miles de bajas españolas en Marruecos, relajaron la tensión, pero la profunda crisis económica de mediados de la década de 1860 y la imposición de un Gobierno reaccionario —con González Bravo al frente— reactivaron el descontento en el verano de 1868, hasta que en septiembre estalló la revolución conocida como la Gloriosa.

Por aquellos días, Isabel veraneaba en Lequeitio (Vizcaya). Cuando se enteró de que la revolución estaba triunfando en una ciudad tras otra, se trasladó a San Sebastián, en un primer momento con la idea de regresar a Madrid, si bien le aconsejaron que no lo hiciera y que esperase acontecimientos. Cuando le llegaron noticias de que las tropas del marqués de Novaliches habían fracasado en Córdoba en su intento de frenar a los rebeldes de Serrano que se dirigían a Madrid, por fin se decidió: haciendo honor a la actitud de los últimos Borbones (su padre, Fernando VII, y su abuelo Carlos IV), tomó el camino más fácil y el 30 de septiembre se subió a un tren desde la capital guipuzcoana y cruzó la frontera de Francia, abandonando —aunque sin renunciar a ella— la Corona de España. Isabel II no había sido destronada, pero personalmente se decidió por el exilio. La revolución se hizo contra «la raza espuria de los Borbones» y fue dirigida por un general (Serrano) que en otros tiempos había gozado de la confianza de la reina.

Salvo algunos viajes ocasionales, Isabel II ya no regresó a España. En el exilio se separó definitivamente de su marido y ocupó el palacio de Basilewski (después llamado «de Castilla») en la capital francesa. Durante más de treinta años vivió plácidamente en París, amparada por una cuantiosa subvención que le enviaba el Gobierno de España. En 1870 abdicó en favor del quinto de sus hijos, quien, años después, con la llamada Restauración, reinó durante una década con el nombre de Alfonso XII.


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