Preguntas. 1. ¿Cómo era Piers Polkiss y cómo jugaba con Dudley?

1. ¿Cómo era Piers Polkiss y cómo jugaba con Dudley?

2. ¿Cómo amenazó el tío a Harry?

3. ¿Por qué el tío no le creía a Harry?

4. ¿Por qué se reían en la escuela de Harry?

5. ¿Qué fue lo que paso una vez con el jersey?

6. ¿Qué comentario hizo el tío Vernon de las motos?

7. ¿Cómo era el rostro del tío Vernon?

8. ¿Que compraron los tíos al llegar al zoológico?

9. Cuenta lo que pasó en el serpentario.

СРС

Traducir del ruso al español el diálogo

СРСП

Estudia los relatos para luego contarlos en clase.

Глоссарий

chillar кричать айқайлау
alacena кладовка қойма
rezongar ворчать куңқілдеу
estropear портить бұзу
romper разорвать жырту
envoltorio упаковка қорап
rabieta плач, рёв бақыру
apalstar раздавливать басу

Библиография

J.K. ROWLING- Harry Potter y la piedra filosofal.

Harry Potter. Continuiación

La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mi­rada que decía claramente:

—Me pasa esto constantemente.

—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.

La serpiente asintió vigorosamente.

—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry

La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad.

«Boa Constrictor, Brasil.»

—¿Era bonito aquello?

La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: «Este espécimen fue criado en el zoológico».

—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?

Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito en­sordecedor detrás de Harry los hizo saltar.

—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!

Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.

—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas. Cogido por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemen­to. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.

Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían ha­cia las salidas.

Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que una voz baja y sibilante decía:

—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.

El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.

—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?

El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras Piers jura­ba que había intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:

—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?

Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.

—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de desplomarse en una silla. Tía Petunia tuvo que ser­virle una copa de brandy.

Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la cocina a buscar algo de comer.

Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta donde podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuan­do sus padres murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas horas en su alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un do­lor como el de una quemadura en su frente. Aquello debía de ser el choque, suponía, aunque no podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus pa­dres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas. Tampoco había fotos de ellos en la casa.

Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente desconocido iba a buscarlo para llevárse­lo, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su única familia. Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran desconocidos muy extraños. Un hom­brecito con un sombrero violeta lo había saludado, cuando estaba de compras con tía Petunia y Dudley Después de pre­guntarle con ira si conocía al hombre, tía Petunia se los ha­bía llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer ancia­na con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo había saludado alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, le había estrecha­do la mano en la calle y se había alejado sin decir una pala­bra. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Harry trataba de acercarse.

En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de Dudley odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley.


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