SABÍAS QUE ? La muerte de Franco (1975)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Al principio, el tiempo para las visitas fue bastante restringido: los primeros ocho días desde la inauguración y, en adelante, solo los miércoles, de nueve de la mañana a dos de la tarde.

2. Aunque en el incendio del Alcázar de Madrid (1734) se perdieron numerosas piezas, más de tres mil obras de los fondos del Museo del Prado proceden de las colecciones reales.

 

20 de noviembre

 

 La muerte de Franco (1975)

«Españoles: Franco… ha muerto». Eran las diez de la mañana del jueves 20 de noviembre de 1975. El encargado de hacer pública oficialmente la defunción del jefe del Estado fue el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, que, ante las cámaras de Televisión Española —que no realizaba emisiones por la mañanas—, produjo una imagen largamente repetida que ha pasado a la historia: visiblemente emocionado, dio la noticia en cuatro palabras distanciadas —entre «españoles» y «Franco» obraron tres segundos de silencio, y entre «Franco» y «ha», algo más de dos—. Acto seguido, añadió: «El hombre de excepción que ante Dios y ante la historia asumió la inmensa responsabilidad del más exigente y sacrificado servicio a España ha entregado su vida, quemada día a día, hora a hora, en el cumplimiento de una misión trascendental». La misma idea con que llegó Franco al poder cuatro décadas atrás salía a relucir el día en que se marchaba.

En efecto, minutos más tarde Arias Navarro procedió a leer el testamento político de Franco: «… Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado». Antes, el dictador había tenido unas pocas palabras de humildad («pido perdón a todos de todo corazón») y, acto seguido, de conmiseración («perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo los tuviera como tales»). Las últimas palabras del testamento eran también las últimas del mensaje del presidente del Gobierno, que pronunció entre sollozos: «Quisiera, en mi último momento unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte: ¡Arriba España! ¡Viva España!».

Tras una larga agonía de un mes en la que se intentó prolongar su vida por todos los medios —con tres operaciones quirúrgicas en otras tantas semanas—, Francisco Franco Bahamonde (Ferrol, 1892) falleció en la madrugada de aquel 20 de noviembre en el hospital de La Paz de Madrid, poco antes de cumplir los ochenta y tres años de edad. Su biografía es la de un brillante y activo militar que a los treinta y tres años ya era general de brigada. Diez años más tarde, su historia discurrirá paralela e indisoluble a la de España de entre 1936 y 1975.

Tras el anuncio radiado y televisado, la conmoción fue inmediata en todo el país, para unos y otros. Durante dos días miles de personas aguardaron largas colas para visitar la capilla ardiente del dictador, instalada en el Palacio Real de Madrid, antes de que sus restos fueran trasladados para ser inhumados en el Valle de los Caídos que él mismo había ordenado construir. Muchos de esos ciudadanos se preguntaban qué iba a ser de España en el futuro inmediato. Para empezar, a los dos días, la proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey de España inauguraría una nueva etapa histórica, pero marcada inicialmente, como en el mismo día de la muerte de Franco, por la incertidumbre: la transición política hacia la demo­cracia.


Понравилась статья? Добавь ее в закладку (CTRL+D) и не забудь поделиться с друзьями:  



double arrow
Сейчас читают про: